domingo, 29 de diciembre de 2013

Marcus XXI

"Me encuentro corriendo alrededor de una cancha de baloncesto. El sudor recorre mis cuello y baja por mi espalda. Mis piernas están entumecidas y quiero parar pero, en ese instante, un agujero se abre en mitad de la pista. Corro para escapar de él, pero no puedo. Creo que ha conseguido atraparme cuando..."
Despierto de mi pesadilla y estoy envuelta en un abrazo. Mi padre me acaricia el pelo suavemente mientras lloro pegada a él. Cuando me calmo, me arropa y besa mi frente. Igual que hacía cuando era pequeña. Sin decir palabra sale de mi cuarto cerrando la puerta suavemente. Los párpados caen y yo me sucumbo en un profundo sueño.
Cuando vuelvo a abrir los ojos deben ser como las once. Hacía mucho que no dormía tanto tiempo. Bajo las escaleras esperando encontrar a alguien en casa pero no hay nadie. Está vacía y me siento sola. Abro el frigorífico en busca de algo, pero no me apetece comer nada. Lo cierro de golpe y me acurruco en el sofá. Sin saber bien porqué estoy llorando como una estúpida. El sonido del móvil se escucha en la planta de arriba. Voy a entrar en mi habitación pero, justo antes, un escalofrío recorre mi cuerpo. Miro la puerta siempre cerrada justo en frente de la mía y retiro la mirada, procurando pensar en otra cosa. El móvil ha vuelto a sonar así que me acerco y lo cojo.
-¿Sí?
-Alicia, soy Carla.-noto como se le quiebra la voz.-¿Podemos...hablar?
-Ven a casa.-respondo.-Y no tardes, por favor.
Le cuelgo. Tenía ganas de estar con ella y suponía que lo mejor era que viniese aquí. Carla es, sin duda, una de las mejores personas que había podido conocer. Una de mis mejores amigas. Su vida podía estar derrumbándose por segundos que siempre conseguía sacar una sonrisa. Es tremendamente fuerte, mucho más de lo que yo conseguiría ser jamás. Siempre ha sido mi referente, mi punto de apoyo para seguir. Aunque, eso era algo que nunca le había dicho.
El timbre sonó. Carla estaba en la puerta. Su cara lo decía todo, había vuelto a pasar. Cierro la puerta y la abrazo. No sé cuanto tiempo pasamos ahí paradas pero puedo asegurar que mucho. Cuando se separa de mí seco las lágrimas que aún corren por su mejilla. Tiene un golpe en la mandíbula derecha y un moratón bajo el ojo izquierdo.
-¿Qué ha pasado esta vez?-le pregunto.
-La ha vuelto a pagar conmigo, como siempre.-las lágrimas vuelven a su cara.-Pero...esta vez, ha sido peor.
-Carla, no puedes seguir así.-le digo.-Siempre es peor que la última vez. Tienes que hablar con tu madre. ¿Has visto cómo estás?
No es capaz de contestarme, pero sé que no dirá nada. Su padre es un capullo. Siempre lo ha sido. Aunque, la cosa ha ido empeorando con los años. Ahora, le ha dado por arremeter contra su hija a golpes. Golpes que yo ayudo a Carla a disumular, pero cada vez es más díficil. Sube al baño a ducharse. No es la primera vez que esto pasa y siempre acaba aquí. Espero a que pase una hora y subo con ella. Maquillo sus moratones intentando que se vean lo menos posible.
-¿Tus padres...tampoco están hoy?-pregunta Carla.
-No.-suspiro.-Desde... bueno, ya nunca están aquí. Ni si quiera sé a dónde han ido hoy.
-¿Les has contado lo de Javi?
-Obviamente no. No quiero preocuparles.
-Pero tienes que...
El móvil de Carla la interrumpe, esta lo coge. A los tres minutos, cuelga.
-Era Sara.-explica.-Dice que vamos a quedar en su casa para ver las cosas del cumpleaños de Lydia. Es el fin de semana que viene. Vamos yendo, si quieres.
La casa de Sara es incluso más grande que la mía. Pasé allí lo que quedaba de día preparándolo todo. Tenía que encargarme de avisar a la gente. Ariadna ya se encargaba de Pablo. Sara de la comida y Carla de las bebidas. Era de noche y en la calle corría un poco de brisa. Me faltan a penas dos calles para llegar a mi casa cuando alguien me agarra por detrás tapándome la boca. "Sigue andando." me dice. Intento revolverme entre sus brazos pero solo consigo que me apriete con más fuerza impidiéndome respirar así que me limito a andar. Llegamos a la puerta trasera de mi casa. No debe de haber nadie porque está todo apagado. Abro la puerta obligada por él. De un empujón me tira al suelo del salón. Me estremezco del dolor e intento levantarme pero no me da tiempo. Está sentado encima mía.
-Ahora, vamos a terminar lo que el otro día estropeaste.
Me quita la camiseta y noto a la perfección el frío del suelo en la espalda. Intento contener las lágrimas pero no puedo. Separa su cuerpo del mío y se baja los pantalones. Luego intenta hacer lo mismo con los míos. Pataleo, consigo levantarme y le pego un puñetazo en la mandíbula.
-Has cometido un gran error, pequeña.
Agarra mi cuello con fuerza y me golpea la cabeza contra el suelo. Pierdo el conocimiento aunque solo por unos minutos. Cuando lo recupero tengo las manos atadas pero su mano continúa en mi cuello. Ve que me he despertado y aprieta con fuerza, con mucha más fuerza. No puedo respirar. Baja mis pantalones. Noto su mano fría y quiero llorar, pero no lo hago.
-¿Sabes?-comienza a decir.-Elegir a ese idiota ha sido tu peor error. Si me hubieses elegido a mí esto no habría pasado. Hubiésemos sido felices juntos Ali, mucho.
-Nunca sería feliz contigo. Eres un monstruo.-digo a penas con un hilo de voz.
Vuelve a golpearme. Esta vez con fuerza. De mi nariz sale sangre. No puedo respirar. Ni siquiera veo con claridad. Escucho la puerta. Y gritos y golpes. Lo último que recuerdo es el grito de Sara. Luego todo es oscuridad.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus XX

No sé a dónde ha ido pero me encuentro corriendo calle abajo. Escucho pies que se mueven detrás de mí. Carla salta a mi espalda.
-¡¿Qué haces?!-le digo recuperando el equilibrio.-He estado apunto de matarme.
-Acércame a la farola.
Asiento. Cuando estamos lo suficiente cerca salta agarrándose y comienza a subir por ella cual mono. Está casi al final cuando se desliza suavemente y cae al suelo.
-Está en la Calle Nardos.
Quizás Carla estaba un poco loca, pero era muy ingeniosa. Corremos en esa dirección. Un coche se salta un semáforo y pasa casi rozándome el culo. Suelto un suspiro de alivio y sigo corriendo. De repente, veo a Marcus de lejos. Está parado pegando porrazos a la puerta de una casa. Esta se abre y de ella, sale Javi.
-¡Marcus!-grito mientras corro.-¡Marcus! ¡No!
 Es demasiado tarde. Marcus le ha pegado un puñetazo a Javi tirándole al suelo pero han caído ambos. Dan vueltas uno sobre el otro, pegándose. Marcus se pone en pie levantando a Javi con él. Le pega otro puñetazo. Veo como sangra. Me acercó a él intentando frenar el segundo puñetazo pero no puedo. Me golpea con el codo y caigo al suelo de culo. Unas manos me cogen del codo y me ayudan a levantarme, pero no es ninguna de mis amigas. Son las manos de un chico. Le miro y sus ojos se cruzan con los míos. Es el chico que estuvo en mi casa una vez. El de la caja. No puedo creerlo. Para cuando vuelvo a mirar la pelea, ellas ya han conseguido separarles. Marcus está gritándole a Javi y este respondiéndole. Entonces, el chico que me ayudó a levantarme se acerca a Javi. Le mira y le pega una hostia tan fuerte que desde lo lejos que estaba podía oírla. Entonces Javi me mira y se abre paso hacia mí.
-Alicia...-empieza a decir.
-Ni te acerques. ¡Ni te acerques!
Pero no para y cuando está lo suficiente cerca...
-Esto no se va a quedar aquí.-dice.-Lo juro.
Luego, simplemente, da media vuelta y se va.
El chico que le ha pegado la hostia a Javi se me acerca. Marcus va a apartarle pero no le dejo. Él me aleja un poco del grupo.
-Lo siento.-dice.-Perdónale Alicia.
Toca mi mejilla con miedo y se aleja con lágrimas en los ojos. Voy a llamarle pero entonces me doy cuenta de que no sé como se llama y me quedó ahí, parada. Porque una parte de mí siente que conoce a ese chico. Él entra en la casa. El sonido de la puerta me hace reaccionar. Corro hacia Marcus y le abrazo.
-¿Eres tonto?-le digo.-No quiero que vuelvas a pegarle a nadie, ¿te queda claro? A nadie.
-No quiero que nadie, nunca, vuelva a tocarte si tú no quieres.
Se está haciendo de noche, así que decidimos volver a casa, esperando que mañana sea otro día.

Marcus XIX

Cuando recupero el conocimiento estoy tumbada en el sofá. Ari está sentada en el sillón de al lado, mirándome con una sonrisa.
-¿Cómo te encuentras bonita?-dice.
Me incorporo con suavidad sentándome. Carla y Sara llegan desde la cocina y se sientan a mi lado. Carla me pasa la mano por encima acariciándome con suavidad. Apoyo mi cabeza en su hombro.
-¿Qué ha pasado?-pregunto.
-Cuando cerré la puerta-comienza a decir Sara.-te desmayaste. Te traje al sofá. Marcus y Javi no se iban y Javi comenzó a aporrear la puerta como un loco. Me asusté muchísimo y justo cuando iba a llamar a la policía sonó mi teléfono.
-Era yo-interrumpe Carla.-la vi tan asustada que vine lo antes que pude. Y por el camino me encontré con Ariadna. Conseguimos echarles y hasta ahora que te has despertado.
-Marcus te ha llamado como unas veinte veces. No debe de saber nada. ¿Quieres hablar con él?
-No. -respondo.-Al menos, por ahora no.
El timbre suena con mucha insistencia y es Marcus que está en la puerta pidiendo explicaciones. Le abro y le dejo pasar sin dirigirle la mirada. Cuando Sara le cuenta que ha pasado me mira atónito. Me atrevo a mirarle a los ojos. Su mirada expresa dolor, rabia y dolor. Se acerca a mí y extiende su mano suavemente. Dejo que me rodee con los brazos. Tengo miedo. Miedo a que me haga daño pero le abrazo. Entre sus brazos es en el único lugar que me siento segura. Me separa con ternura colocando sus manos sobre mi mejilla.
-Lo siento pequeña, lo siento muchísimo.
Me besa en la frente y se dirige a la puerta.
-¿Dónde vas?-le pregunta Sara.
-A matarle.-dice
Después de eso suena un portazo. No puedo dejar que le encuentre, eso es lo peor que puede pasar. Salgo corriendo detrás de él.

Marcus XVIII

Abro los ojos y le miro fijamente. Me mira. Con deseo. Noto como las lágrimas se agolpan en mis ojos pero no quiero llorar delante suya. No puedo hacerlo. Noto como me desabrocha el botón del pantalón. Me tira al suelo con fuerza y suelto un chillido de dolor. Se sienta encima mía, presionándome. Me sujeta con fuerza los brazos.
-¡Alicia!-escucho.-¡Alicia!
Él también lo oye. Aprovecho que ha bajado la guardia para empujarle con fuerza. Me levanto de un salto, abro la puerta y corro hacía Sara. Ella me abraza. Cuando ve a Javi salir de la habitación de la que lo había hecho yo corriendo, me agarra y avanzamos al exterior. Me resguardo en ella hasta que llegamos a mi casa. No hay nadie, para variar. Voy directa al baño pero Sara me detiene, me lleva al salón y me sienta en el sofá. Solo me abraza mientras me escucha llorar. No sé cuanto tiempo estamos así pero se lo agradezco.
-Eh, venga cariño, ya está.-me dice separándome de ella.-Ahora vamos a denunciarlo ¿vale?
-No quiero.-digo.- Me niego rotundamente. No quiero. Solo quiero olvidarlo. Ya está.
-Sé que no es lo mejor, pero si es tu decisión... La aceptaré.  Date una ducha entonces, la necesitas.
-Vale, pero no te vayas por favor.
Sara asiente con la cabeza y se acurruca en el sofá. Subo al baño y me doy una ducha con agua muy caliente. Lloro de nuevo mientras el agua cae en mi cabeza. Estoy temblando. Intento relajarme y cuando creo que lo estoy consiguiendo escucho un grito. Salgo de la ducha, me visto como puedo y bajo. Ella sigue gritándole a la puerta cerrada. "¡Vete, joder! ¡Vete!"
Me acerco a la mirilla y veo a Marcus. Le abro pero en cuanto lo hago me arrepiento. Viene con Javi. Me quedo paralizada. Tanto que no sé ni cerrar la puerta. Marcus se acerca a besarme pero me echo hacía atrás.
-¡Aléjate!-le digo.-¡Vete!
Veo como Javi me toca la mano pero Sara le empuja tirándole al suelo.
-¡Eres un monstruo!-le chilla ella.
Marcus nos mira incrédulos pero en lugar de ayudarnos le tiende la mano a Javi. Le miro a los ojos con fuerza. Sara cierra de un portazo. Lo último que recuerdo son los brazos de mi amiga rodeándome, pero sé que hubo más.

Marcus XVII

Hacía calor. Bastante además. Sara y yo caminábamos en silencio, al mismo ritmo, primero un pie y luego otro. La notaba preocupada, pero ella no era de las que cuentan sus problemas, así que sobraba el preguntar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y tuve la necesidad de parar en seco mirando hacía atrás.
-¿Qué pasa?-preguntó Sara.-¿Una mala sensación?
-Sí, algo así. Pero seguro que no es nada.-dije volviéndo a caminar.
-¿Crees que...-ella comenzó a hablar pero no termino la frase.-Olvídalo, no es nada.
-¿Si creo qué que Pablo venga a la fiesta va a ser bueno?-dije.
-Exacto.
-No lo sé.-respondí.-Sinceramente no tengo ni idea, pero si pasa algo, siempre estamos a tiempo de echarle. Es tu casa.
-Lo sé... es solo que... me preocupa... Bueno, olvídalo. ¿Ese no es Marcus?
Quería continuar la conversación pero Marcus nos había alcanzado, era demasiado tarde. Le besé pero Sara me tiró de la camiseta. Separando a Marcus savemente la miré y luego seguí sus ojos con la mirada. Detrás de Marcus venía Javi y otro chico.
-Mierda.-mascullé.
Marcus nos presentó a Javi y al otro chico, David.
-Juraría-dice Javi.-Que tu novia es de las chicas más guapas que conozco.
Marcus le mira y luego me mira a mí y a Sara. David, el nuevo, asiente corroborándolo con la cabeza.
-Si no fuese tu novia...-intenta decir de nuevo.
-Pero lo soy.-respondo con fuerza.
Marcus sonríe y me besa suavemente en la frente. ¿He dicho que soy su novia? Soy su novia pero... dicho de mí suena hasta raro. Charlamos animadamente hasta que llegamos al entrenamiento. Sara y yo nos sentamos a ver el entrenamiento. Su punto fuerte no era el fútbol pero a mí me apasionaba desde pequeña. Estaba tan concentrada en lo que hacían que no me dí cuenta de que mi móvil vibraba hasta que me aviso Sara. Miro el WhatsApp, es de Javi y dice:"no le digas a nadie que soy yo y ven por favor, ven. Vestuarios."
-Vuelvo en un  minuto.-digo mientras voy a bajar las escaleras.
No tengo ni idea de donde tengo que ir. Recorro los pasillos donde creo que están los vestuarios, una bombilla medio fundida en uno de ellos me da escalofríos. Dejo ese pasillo a mi izquierda y continúo buscando.
-¿Alicia?
Doy media vuelta, y Javi está ahí, parado, de pie. Me acercó a donde está él, guardando mucho las distancias.
-¿Qué quieres?-respondo de forma fría. Muy fría. Lo más fría que puedo.
-Nada.-responde.- Pasa, por favor.
-¿Para qué?-pregunto.
Ni si quiera me da tiempo a esperar una respuesta cuando  agarra fuerte mi muñeca y me mete en el interior. De un golpe me tira al suelo. Tiene una fuerza increíble. No veo qué hace pero a los pocos segundos me ha vuelto a levantar del suelo. Me mira fijamente a los ojos, puedo jurar que no he estado más nerviosa en mi vida. Tiemblo de arriba a abajo. Intenta besarme. ¡Está intentando besarme! Le aparto lo más fuerte que puedo, empujándole. No sirve de nada.
-¿¡Qué coño haces?!-le chillo. Pero no me escucha.
Choca mi espalda contra la pared y mete sus manos bajo mi camiseta. Sus manos frías ponen mi piel de gallina. Sube la mano y rodea la copa del sujetador.  Empieza a besarme. Su cuerpo me presiona y no me deja escapar. No puedo hacer nada. Estoy atrapada. Mi interior chilla pero por fuera no hago nada. Estoy paralizada.

Marcus XVI

Marcus me llevo a casa donde me cayó el interrogatorio del siglo. Dónde había estado; qué hacía en casa de un chico; por qué no le había hablado de él; cómo me había hecho las heridas y las típicas tonterías de que debía tener cuidado con lo que hacía.
Subí a mi habitación y miré en calendario de mi escritorio. Mañana era lunes, lo había olvidado por completo. Mis ganas de ir al instituto rozaban el subsuelo. Me puse el pijama y me dejé caer en la cama sucumbiéndome en un profundo sueño...
El despertador sonó más fuerte que nunca o eso me parecía. El dolor de cabeza era insoportable y tenía la cara hinchada, de las lágrimas supongo, porque había vuelto a tener la misma pesadilla. Entré en el cuarto de baño cerrando la puerta con fuerza. El agua fría de la ducha caía sobre mis hombros, lo que me hizo despejarme un poco. Mi cuarto estaba más frío de lo normal. No sabía que ponerme pero me decidí por una blusa y unos vaqueros.
Bajé las escaleras, cogí la mochila, el móvil y cerré la puerta. La brisa de la mañana me daba en la cara. Algo de fresco que duraría poco, en unas horas haría mucho calor.
-¡Alicia!
Me giré y ahí estaba Marcus. Mi Marcus. Corrí hacía él aunque me doliesen los pies y le abracé.
-Hoy te veo más cariñosa que ayer eh...-dijo.
Le besé.
-A Marcus muchos besitos pero a nosotras ni nos recuerdas eh.
-Eso es mentira.-dije mientras abracé a Sara y Ariadna.
La campana.
El día en el instituto se hizo eterno. Estaba cansada. Muy cansada. Sara se venía a mi casa a comer. Necesitaba contarle lo que había pasado, desahogarme con ella. Y eso fue lo que hice cuando llegué a casa.
Sara escuchaba con paciencia todo lo que pasó ayer, sin alegar ningún comentario. Una de sus mayores virtudes era esa, escuchar.
-Entonces, no hiciste nada con él ¿no?-dijo riéndose después de escucharme.
-¡Tía! ¿Eso es lo que te preocupa?-respondí enojada.
-Lo siento, lo siento. Hay que reconocer que todo esto resulta muy raro. Empieza a dar miedo. ¿Qué piensa él?
-¿Marcus? Pues… él no sabe nada. Solo lo de la ventana de ayer. Creo que piensa que fue una simple casualidad.
-Deberías contárselo para ver qué opina.
-¿Y decirle que uno de sus amigos me mandó una nota? Déjalo.
Miré el móvil. Un WhatsApp. “¿Quieres venir a verme al entrenamiento? Es a las seis. Un beso.” Ir a verle sonaba bien, tenía ganas de abrazarle. Él me hacía sentir segura. Sara lo había leído a la vez que yo y levanté la cabeza buscando su afirmación.
-Vamos tonta, te acompaño. –dijo ella.
Pero lo que nos esperaba no sería un entrenamiento normal…

Marcus XV

Marcus se levantó sobresaltado del sofá. Yo bajé por el brazo del mismo y en cuanto mis pies tocaran el suelo solté un grito de dolor.
El suelo comenzó a llenarse de sangre por todas partes, no entendía nada.
-Alicia, ¿estás bien?-preguntó mientras me sentaba en el sofá.-Joder...
-¿Qué pasa?-dije inquieta.
-No te muevas, voy a vestirte, tenemos que ir al hospital.
-¡No! Yo no voy al hospital.- le chillé.- No pienso ir.
-Mira tus pies cariño, estás sangrando, has pisado cristales. Tranquilízate. Llamaré a urgencias ¿vale?
Los minutos desde que llamó hasta que vino el médico se me hicieron eternos. Odiaba los médicos. Una mujer ataviada con una bata blanca entró por la puerta acompañada de una enfermera.
Sacaron los trozos de cristales que tenía en los pies, limpiaron la herida y me vendaron.
-Por suerte solo eran cortes superficiales.-dijo Anahí; así era como se llamaba quien me había curado.-Solo te molestará un poco al andar, ve dentro de dos días a tu centro de salud más cercano a que te lo curen. ¿Cómo te lo has hecho?
-No lo sé. Bajé del sofá y...
-El suelo estaba lleno de cristales. Creo que alguien tiró una piedra por la ventana.-me interrumpió Marcus.-una chiquillada, supongo.
-Si vuelve a pasar algo póngase en contacto con la policía.-le contestó Anahí.
-Descuide. Y muchas gracias.-respondió mientras les cerraba la puerta.
Estaba aturdida. Me dolían los pies y la cabeza me daba vueltas, pero quería saber que había pasado. Marcus salió de la cocina con una piedra en la mano y una nota en la otra.
-El ruido que escuchamos antes de que te cortases era el de esta piedra. Alguien la tiró contra la ventana.-me explicó.- Tenía una nota.
-¿Qué pone?-Pregunté.
-"Para." ¿Qué crees que significa?
-No lo sé...-respondí.
Pero tenía claro que esto de las notas estaba llegando demasiado lejos.

Marcus XIV

La comida que había hecho Marcus estaba deliciosa. No me imaginaba que cocinase tan bien. De hecho, ni si quiera me imaginaba que cocinase.
-Estaba muy rico, de verdad.-felicité a Marcus.
-Eso eres tú que tenías mucha hambre.
-Pues también puede ser.-respondí entre risas.
Llevé los platos a la cocina y me puse a fregarlos no sé si por cordialidad o por costumbre. Él me observaba lavarlos divertido mientras tarareaba una canción de Coldplay. Me lavé las manos con suavidad mientras él se acercaba a mí rodeándome la cintura. Sacudí las manos en el fregadero me giré y las introduje por dentro de su camiseta.
-¡Joder! ¡Están heladas!-Chilló mientras se apartaba. Yo reía a carcajadas.
-Hoy estás de un corta rollos…-dijo dándose la vuelta.
-¿Yo?-respondí.-Venga ya, no me seas tonto.
Anduve hasta donde estaba él y posé mis manos en sus hombros. Me puse de puntillas estando así lo más cerca posible de su boca. Sus ojos color esmeralda brillaban como nunca y su respiración se había acompasado a la mía. Ojalá pudiese detener el tiempo en este instante.
Entonces él me besó. Pero no como me había besado otras veces, esta vez era más intenso, más apasionado, más real aún. Me subió y me agarré a su cintura con mis piernas. Me sentó encima de la mesa tirando el frutero y un vaso al suelo. Ni si quiera escuché el sonido del cristal al romperse. Solo notaba su lengua que bailaba con la mía. Metió sus manos por mi camiseta acariciándome suavemente la forma que me hacía el sujetador. Sus besos pararon y bajaron poco a poco a mi cuello. Le quité la camiseta mientras acariciaba sus pectorales. Fue desabrochando uno a uno todos los botones de mi camisa mientras iba dándome en beso en cualquier parte al azar. Tiró la camisa al suelo y yo le quité los pantalones dejándoselos caer en los tobillos. Él terminó de quitárselos mientras me subía a su cintura de nuevo. Entre beso y beso llegamos al salón bajándome al suelo. Busqué el sofá con la mirada, le acerqué a él y lo tiré. Subí encima suya mientras él desabrochaba mi sujetador. Me abalancé contra él y le besé mordiendo su labio. Estaba temblando y dejé que se pusiese él encima y tomase el control.
-¿Estás segura?-preguntó.
-Sí…-susurré.
Pero antes de que le diese tiempo a hacer nada un ruido nos sacó de nuestros pensamientos. Un extraño ruido…

Marcus XIII

Salí de casa y el calor que hacía hoy era insoportable. Lucía unos pantalones cortos negros y una blusa rosa fosforito transparente que dejaba entre ver un top negro. La casa de Marcus estaba un poco lejos de la mía así que cogí el autobús. Lo único confortable de esos sitios era el aire acondicionado. Cinco paradas. La siguiente era la mía.
Un árbol grande daba sombra a la casa. Llamé al timbre y esperé que abriese. Después de treinta segundos la puerta se abrió pero para mi sorpresa quien la abría no era Marcus, sino Javi. Le miré fijamente a los ojos. No sabía qué hacer, ni cómo reaccionar. No entendía nada.
-Pasa-dijo con voz firme.
No estaba segura de si debía pasar o no pero no me quedaba elección, ya estaba dentro.
-¡Ya has llegado!-exclamó Marcus mientras se acerba a darme un beso.- Este es Javi, un amigo de la infancia.
Pensaba que iba a decir que ya me conocía pero se limitó a darme dos besos y sonreír.
-Soy Alicia.-dije mientras le daba los dos besos.-Encantada.
"Encantada" Lo mismo que dije la primera vez que me presenté porque realmente, estaba encantada.
-Bueno yo me voy máquina- dijo dirigiéndose a Marcus.-Adiós preciosa.-dijo mientras me miraba con una sonrisa.
Luego abrió la puerta y la cerró de golpe. Aún no había salido de mi asombro cuando Marcus comenzó a darme besitos por el cuello. Me estremecí y se me puso la piel de gallina.
-Para...-susurré.
-¿Qué te pasa?-preguntó.-parece que hubieses visto un fantasma. Mi amigo Javi no muerde eh, tranquila.
-No es por eso.-respondí mientras que me apartaba de él.-Se me ha cortado el cuerpo.
-Eh, pequeña.
-Déjalo, no importa. Son cosas mías-sonreí. Y me acerqué a darle un beso.
Porque bueno... solo eran cosas mías.

Marcus XI

Pasé lo que quedaba de tarde con Marcus pero sobre las ocho estaba tan cansada que decidí volver a casa. La llave no estaba echada así que pensé que mis padres habían llegado pero cuando entré no había nadie. Estaba muerta de sed pero en el frigorífico no quedaba agua fría y la de el grifo salía demasiado caliente.
-Soy un desastre...-masculle.
Subí a buscar algo de dinero para comprar agua fría. Y ya que iba unas fresitas. Tenía muchas ganas de comer fresitas.
La tienda de comestibles estaba cerca de casa, a unos cinco minutos, más o menos. Pero se me hicieron largos.  No podía parar de pensar en Javi. En como me encontró. En porqué conocía a Marcus, en porqué me conocía a mí. En porqué "las casualidades no existen".
Entré en el establecimiento y fui directa a la nevera. Cogí una botella grande de agua y fui a buscar mis fresitas. Miré durante un rato todas las chucherías pero no había fresitas. ¿Cómo no podía haber fresita?
-Pff...-Bufé. Otra vez será.
Salía de la tienda mientras recibí un WhatApp. Saqué el móvil avanzando sin mirar y me choqué con alguien pero esta vez esa persona me sostuvo.
-¿Pero que pasa contigo chica? ¿Aún no has aprendido a mirar por dónde vas?-preguntó Javi en tono burlón.
¿Qué hacía aquí? ¿Cómo me había encontrado? ¿Acaso vivía por aquí?
-Suelta-espeté-¡Suelta!
-Vale. Como quieras.
Me soltó con tanta fuerza que me caí al suelo. Debía haberme incorporado antes de pedirle que me soltara.
-Joder...-susurré. El culazo me había dolido bastante.- ¡Serás imbécil!
-Tú me has dicho que te suelte.-dijo mientras tendía su mano para ayudar a levantarme.
Cogí un impulso y me levanté sola.
-¿A dónde vas?
-A mí casa.-contesté cortante.
-¡Borde!-chilló.
Pero ni si quiera me giré para verle.
Llegué a casa y cerré la puerta con llave, no fuese a ser que pasase algo. Entré en la cocina a dejar el agua cuando vi una bolsa enorme de fresitas encima de la mesa. Mi boca entre abierta era incapaz de producir ningún sonido. Me acerqué a la bolsa y la miré con cuidado. Demasiadas fresitas. Metí mi mano en los bolsillos y en el bolsillo de atrás encontré: "sé que te encantan la fresitas. ¿Punto a favor?"
Arrugué la nota y la tiré al suelo y es que las palabras "Punto a favor" no me traían ningún buen recuerdo.

Marcus X

Entré en casa y miré a mis amigas. Ellas esperaban que entrase con Lydia pero esta aún no había llegado.
-¿Quién era Alicia?-preguntó Ariadna después de mirar la cajita de mi mano.
-No lo sé-titubeé- Era un chico...
Sonó el timbre. Abro la puerta y sí. Esta vez sí es Lydia.
Les cuento que es lo que me ha pasado con ese chico fuera. Otra cajita. Una canica. Y un "siempre" al que no le encontraba sentido. Por mi cabeza pasaban millones de cosas. Pero no podía encontrarle sentido a nada. Todo era tan... extraño.
-Parece sacado de un libro de esos de los que a ti te gustan.-comentó Lydia.
Y sí, era justo eso en lo que estaba pensando.
-No te lo niego. Pero... y ahora, ¿qué hago?-pregunto con la esperanza de que alguna tenga una buena idea.
-Nada.-responde Sara.- No hagas nada. Deja el tiempo pasar y que este ponga las cosas en su sitio.
Sí, supongo que esto sería lo mejor que podía hacer.
La noche transcurrió entre juegos, tonterías, cotilleos, películas y palomitas. Sobre las tres de la mañana nos fuimos a dormir había sido un día largo y al menos yo quería descansar.
"Estaba en un pasillo oscuro. Este no tenía final. Corría, corría para huir no sé de qué. No veía y cada vez me faltaba más el aire. Me caía al suelo. Me faltaban las fuerzas..."
Un chillido me despertó de mis pesadillas. Abrí los ojos y me incorporé. Carla estaba también despierta. Llorando. Esperaba que ninguna se hubiese enterado pero yo si lo había hecho. Me acerco a ella y la abrazo mientras llora. No hace falta que me diga nada. La acuesto de nuevo y le canto hasta que consigo calmarla y que se quede dormida. Entre Carla y yo nunca hicieron falta las palabras.
Sonó el timbre. Eran las nueve de la mañana. Abrí la puerta y quien había llamado era Marcus. Mi Marcus. Me lancé a sus brazos y le besé durante un rato hasta que me fijé que estaba en pijama. Más bien, que solo llevaba puesta una camiseta de Superman que me quedaba por debajo del culo. Me sonrojé y entré en el salón. Avisé al resto para que se levantasen. Cuando salí otra vez Marcus estaba preparándome el desayuno a todas.
-¿Cola-cao o café?-preguntó cuando me vio entrar en la cocina.
-Cola-cao.-respondo regalándole un beso en los labios.
-¡Muy buenos días!-entra Sara chillando en la cocina.-¡Uy! Perdón, no pretendía interrumpir.
-No, claro que no Sara.-le responde Ari mientras entra en la cocina.
-Perdónanos por nuestras pintas.-se disculpa Lydia.-
-Es que si te presentas aquí sin avisar...
-Vengo a traeros churros y luego a llevarme a mi novia, si no os importa claro.
Y así fue. Desayunamos juntos y para la hora de comer yo estaba con Marcus dando vueltas por las calles de la ciudad. Olía a azahar aunque no era la época y eso me hacía sonreír. Nos sentamos en el césped de un parque. Los besos cada vez eran más tiernos, más apasionados, más reales. Entonces, volvió a sonar el móvil. Él lo miró y sonrió. Luego me enseñó la pantalla. Era una foto de lo que parecía una pandilla de niños. Sería una foto de hace dos años más o menos. Entonces me fijé bien. Al lado de Marcus había un chico.
-¿Quién es?-le pregunté.
-¿Él? Se llama Javi, no creo que lo conozcas.¿Por qué?
Javi. El chico de las notas misteriosas, de la caja conocida, el del olor a "One Million". Mi Javi y mi Marcus eran amigos; claro que lo conocía, pero no iba a decirle nada. Aunque ahora me daba cuenta de que "las casualidades no existen."

Marcus IX

Cerré la puerta con cuidado. Entré en el salón. Ariadna y Sara me miraron. En una mano sostenía la cajita y en la otra la nota con la piedra. Instantáneamente las tres miramos primero la caja, luego la nota y la caja de nuevo. Después me miraron a mí. 
-No me preguntéis porque no tengo ni idea de lo que ha pasado.-respondí sin que ni siquiera me preguntasen.
Les conté como había sucedido todo y escucharon atentas. Al terminar, rieron a carcajadas. 
-Chica tu vida últimamente parece sacada de una película.-dijo Sara volviendo a reír. 
- Pues yo no me río eh. Me da muy mal rollo. Que sabe donde vivo. 
-Bueno, bueno. Tranquila. ¿Te suena al caja? ¿La has visto antes?-preguntó Ariadna con el fin de intentar averiguar por qué me había dado esa caja. 
-Sí, la verdad es que sí. Me resulta muy familiar. Pero no sé por qué, no recuerdo dónde la he podido ver antes. 
-Bueno, pues tenemos dos conclusiones. Una, tienes muchos pretendientes. Dos, todos son demasiado misteriosos. 
Y ahora si que reímos todas, porque era cierto. Marcus, con las notitas, y ahora este, que suponía que era Javi, con la cajita y más notitas. 
-¿Y qué vas a hacer?-preguntó Sara
-¿Que qué voy a hacer?-miré hacía arriba buscando una respuesta.- Pues nada, cerrar con llave esta noche y llamar a la policía si veo una mínima sombra. 
-¡Exagerada!-chilló Ariadna mientras reía.-Ni que fuese a violarte alguien. 
-Pues a lo mejor, quién sabe.
-Claro Ali, claro. ¿No crees que demasiado misterio para eso?
-Pues...un poco la verdad.
-No le des más vueltas, ya aparecerá tu otro chico de las notitas.
Intentaba no darle más vueltas, pero era imposible. Esa cajita me resultaba muy familiar, aunque no sabía exactamente por qué. Y desde ayer había pensado más en Javi que en Marcus y eso también me preocupaba. Yo quería a Marcus, pero Javi no salía de mi cabeza y no entendía el motivo. “Solo me había acompañado a casa, solo eso” me repetía a mí misma una y otra vez. Pero quizás...
¡Ring! ¡Ring! 
El teléfono me sacó de mis pensamientos. 
-¿Si?
-Hola cariño, soy mamá. 
-Ah, hola mamá, ¿cómo estáis? ¿qué tal os lo estáis pasando?
-Todo va muy bien princesa-respondió mi padre.-¿Te importa quedarte sola este fin de semana?
-Ya lo daba por hecho papi, no os preocupéis. Vosotros pasároslo bien, y acordaros de mí. 
-Muchas gracias cielo. Ten cuidado y no lleves a mucha gente a casa. Hay comida en la nevera y dinero en el cajón de la entrada por si lo necesitas. No llegues muy tarde, ten cuidado, no hables con descono...
-Descuida mamá, descuida que ya soy mayorcita, y yo nunca hablo con desconocidos.
-¡Noooooo!-encalmaron Ari y Sara a la vez. 
-No les eches cuenta mamá. Te dejo que vamos a comer, un beso.
Colgué antes de que me preguntase nada. Otro fin de semana sola. Qué sorpresa. 
-Ya deberías estar acostumbrada Alicia...
-Lo sé pero...
-Dales tiempo. Es lo que ahora necesitan.
Sara se acercó a mí y es que había notado que aunque no dijese nada, eran mis padres y les echaba de menos. 
-Bueno, bueno, se acabaron las penas.-dijo Ari sonriendo.-¿Qué vamos a hacer ahora?
-Pues vamos a llamar a Lydia y a Carla y comemos aquí todas, ¿os parece? 
-Con una condición, promete que nos vas a hacer pasta. 
-Prometido.

La tarde transcurrió con normalidad. Carla y Lydia llegaron sobre las tres y la comida ya estaba hecha. Después de comer les conté lo que había pasado con Marcus, lo de la tarde en el parque y lo de ese chico, Javi. Y estuvieron toda la tarde comentando sobre eso. Esta noche iban a quedarse a dormir aquí, como casi siempre. Así que se fueron a por sus pijamas y me dejaron sola. 
Me senté en el sofá y podía escuchar incluso los latidos de mi corazón. “Una casa demasiado grande para vivir sola” pensé mientras me levantaba del sofá. Tampoco tardaron mucho en llegar pero los minutos se me hicieron eternos. Solo falta Lydia que era la que vivía más lejos. Así que aprovechamos para informar a Carla mientras sobre lo que habíamos hablado, pero el timbre interrumpió nuestra conversación. 
Fui a abrir pensando que era Lydia pero a quien me encontré en la puerta era un chico. Un chico moreno, alto y también muy guapo. Extendió la mano para darme una cajita. Otra cajita exactamente igual a la que había aparecido antes en mi puerta. Luego me miró a los ojos, sonrió y se fue. Otro chico que tenía una sonrisa perfecta. 
Abrí lentamente la cajita aun fuera y en su interior había una canica azul cielo. Otra canica que me resultaba familiar. La examiné entre mis dedos durante unos segundos hasta que me percaté que en el fondo de la caja había una pegatina pegada “Las casualidades no existen” la despegué con cuidado y en el fondo de madera se podía leer “Siempre”. 
Ahora si que de verdad, no entendía nada de lo que estaba pasando.

Marcus VIII

Las diez de la mañana. Marcus no me había llamado. Aunque en realidad, tampoco había pensado tanto en él. Era él quien tenía que llamar, si no lo hacía era porque no quería hablarme ¿no? Pero vaya imbécil. ¿Por qué no me había llamado? Aunque quien ocupaba parte de mis pensamientos era ese tal 'Javi'. ¿Sería suya la notita? Obviamente ¿no? Pero, ¿qué quería decir eso de que las casualidades no existen? No fue casualidad que nos viésemos o es que a lo mejor se chocó conmigo a posta para ligar. O a lo mejor es un asesino en serie que buscaba jovencitas, las llevaba a su casa para saber donde vivían y luego las mata "¿Qué estás diciendo Alicia? Ya estás delirando" Me digo a mí misma, aunque no acabo de convencerme. Me pongo en pie. El suelo está helado y un escalofrío recorre mi cuerpo. Sacudo los brazos intentando liberar tensión. Casi no había dormido nada. Volví a mirar mi móvil a ver si me había llamado. Nada. Resoplé y bajé las escaleras. Mi estómago rugía y es que anoche no había cenado nada. Saqué un batido de fresa de la nevera y puse pan en el tostador. Mis padres no habían vuelto, como era de esperar. No me gustaba mucho la fresa pero no me apetecía hacerme un café. Las tostadas estaban listas.
¡Ring, ring!
-¿Si?-respondí con voz suave.
-¡Hola nena!
Eran Ariadna y Sara.
-¡Hola chicas! ¿A qué hora venís a mi casa?
-Pues dentro de una hora estamos allí.
-Perfecto, ¿y Lydia?-Lydia no podía saber nada y no sabía que podíamos hacer con ella.
-Lydia se va a quedar con Carla. Ya no está mala y le ha dicho a Lydia que le apetece quedar con ella para contarle no sé qué.
-Pues entonces os espero en mi casa en un rato. ¡Tengo cosas que contaros! Un besito.
-Uh... Un beso fea.
No tardaron ni media hora en llegar. Nos esperaba un día entero en mi casa. Nos sentamos en el sofá a ver una película hasta que dieron la una. Entonces decidí que era hora de contarles lo que había vivido en estos días. Me tomé unos veinte minutos para contarlo todo. Intenté que no se me escapase ningún detalle. Ellas escucharon atentas sin apenas interrumpir o solo diciendo cosas como 'que chico más mono', 'oins' o 'que bonito'. Cuando acabé Sara soltó un "Oh, One Million, todos los tíos que están buenos llevan One Million."
Reímos a carcajadas.
-¿Has vuelto a mirar el móvil?-preguntó Ari.
-No. Desde que habéis llegado no lo he mirado.-cierto, me había olvidado del móvil por un rato.
Subí arriba por él y bajé con ellas de nuevo. Siete llamadas perdidas y tres What'sApp. Todos de Marcus.
-Pues sí que me ha llamado...-dije avergonzada. Yo diciendo que era un imbécil por no llamarme y él harto de llamar.
-Llámalo.-me dice Sara.
-¿Con vosotras? No, no.
-Venga ya, prometemos no gastar ninguna broma.-dijeron a la vez entre risas.
Llamé. Al cuarto tono, una voz dulce respondió al teléfono.
-Pensé que no ibas a llamarme. Siento irme ayer así pequeña, es que tuve un percance.
-No pasa nada.-aunque claro que pasaba pero es que me alegraba tanto oír su voz que no podía enfadarme.
-¿Cómo estás?-pregunta interesado.
-Pues bien, estoy con Ari y Sara, las conoces ¿no?
-Claro, tus amigas. Salúdalas de mi parte. ¿Esta tarde vas a estar con ellas no?
-Sí, ¿por qué?
-Por nada. Solo que te echo de menos.
-Y yo.Oye, tengo que dejarte, luego te llamo ¿vale?
-Adiós pequeña. Un beso.
Colgué.
-¿Ni un te quiero ni nada?-pregunta Ari divertida.
-No Ari, no lleva con él ni un día , ella no le dice te quiero al primero que pasa, como otras.-apunta Sara mientras le guiña un ojo.
Ariadna responde tirándole un cojín y pegándole una patada. Luego ríen a carcajadas.
-Bueno, ¿qué vamos a hacer para el cumpleaños de Lydia?
-Una fiesta. En mi casa. Con muchas gente.-propone Sara.
-¿En tu casa? ¿Y tus padres?
-Mis padres ese fin de semana no están. Podemos hacer la fiesta hasta la hora que dure y nosotras nos podemos quedar a dormir allí. Y con eso recogemos todo.
-Me parece buena idea.
-Y...podríamos llevarle a Pablo.-añade Ariadna.
-¿Pablo?

-Sí, Pablo. Ya sabéis que a Lydia siempre le ha encantado ese niño y bueno... Ya es hora de que se vuelvan a ver.-Los ojo de Ariadna brillaron con particularidad.
-Pero, yo no sé nada de Pablo. Ni si quiera sé cómo contactar con él.-contestó Sara.
-Bueno... Yo he seguido hablando con él. Y sé que no le importaría venir. De hecho, estaría encantado. Y no creo que a Lydia le molestase, pienso que todo lo contrario.-A Ariadna se le veía realmente entusiasmada con la idea.
-Yo... No sé si es lo correcto... Es que...-comenzó diciendo Sara.
-Pues yo creo que sí.-respondí sin dejarle terminar.-Además hace mucho que no veo a mi Pablito.
-Nunca fue tuyo Alicia, lo siento, siempre fue de Lydia.-me replicó Ariadna.
Me abalancé sobre ella haciéndole cosquillas mientras le soltaba algún que otro insulto cariñoso. Al poco paré con la respiración agitada de tanto reír y escuchamos el timbre.
¿El timbre? Que raro, si no espero a nadie. Me acerco descalza a la puerta y vuelvo a notar el frío suelo aunque esta vez no me estremezco. Miro por la mirilla y no veo a nadie pero cuando abro la puerta hay un paquete en el suelo. Es una pequeña cajita de madera con unos detalles pintados en azul. La cojo en mis manos y ahora sí que siento un escalofrío y es que esa cajita me resulta extremadamente familiar. La abro con cuidado y leo el papel del interior "No es una simple cajita ¿verdad? Ya te dije que las casualidades no existen." Comienzo a mirar de una lado a otro y justo cuando voy a entrar y estoy cerrando la puerta una piedra entra entre mis pies. Lleva un papel liado "Por cierto, estás preciosa." Vuelvo a mirar para atrás pero no hay nadie. ¿Que significaría todo esto?

Marcus VII

Lo de Marcus no me lo esperaba. Pensé que sería otra persona. Había hablado tan poco con él, y habíamos tenido tan poco contacto que era casi imposible que se hubiese fijado en mí. Pero todo esto era cierto aunque aun no me lo creía. 
Después del recreo hablé con Sara, Lydia y Ariadna aunque no les conté nada. No le había contado ni lo de las notitas y era demasiado explicar así que aprovecharía que mañana íbamos a ir a mi casa para contarlo. 
Hoy no iba a salir así que me pasaré el día tranquila en casa o eso es lo que yo pensaba. 
¡Ding, dong, ding, dong!
-Muy buenas pequeña, vengo a recogerte para nuestra primera tarde juntos.
Era Marcus aquel chico que estaba en la puerta era Marcus. Mi Marcus. Mi chico. Porque, ¿era mi chico no? Me acerqué a él y le di un gran beso. 
-Pasa, mis padres no están en casa.-dije al tiempo que él entraba y yo cerraba la puerta.-Pero si quieres que salga, tengo que cambiarme, no voy a salir con estas pintas. 
-Estás preciosa.
Y me dio un suave beso en los labios. 
-Voy a cambiarme anda, ahora bajo. 
Subí arriba y ni si quiera sabía que ponerme. Y es que estaba tan nerviosa, con cada beso, con cada abrazo, con cada caricia me gustaba más. No tenía tiempo de pensar en eso. Él estaba abajo y yo no sabía qué ponerme. Miré el armario. Cogí unos vaqueros ajustados y una blusa negra transparente. Me peiné y me pinté en el menor tiempo que lo había hecho nunca y volvía bajar las escaleras. 
-¿Dónde vamos a ir?-pregunté inquieta. - Es una sorpresa.
-No, venga, dímelo- rogué ensimismada.
-Si te lo digo no es una sorpresa- respondió mientras sacaba la lengua.-¿Nos vamos? 
Dimos un paseo por la ciudad. Aunque anduviesemos por calles llenas de gente parecía que estábamos solos. Cuando su piel rozaba la mía me sentía viva. Me sentía llena. El vacío que antes tenía Marcus lo había llenado y es que hace dos años las cosas no se parecían en nada a como eran ahora. 
Llegamos a un parque alejado de la ciudad. No había nada especial, solo muchas flores y un hermoso paisaje. 
-¿Por qué me has traído aquí?-pregunté intrigada. 
-Calla y espera. 
El parque estaba rodeado de grandes árboles y arbustos. Se paró justo delante de un gran árbol. Y lo rodeó. Atravesamos la maleza y detrás de ella había un laguito rodeado de flores. Era todo tan bonito que parecía sacado de una película.
-Me pareció un sitio bonito para nuestra primera tarde juntos. Es un sitio con mucha historia. 
-Es...es precioso. Nunca había venido aquí. ¿Cómo conociste este sitio?-pregunté asombrada.
-Bueno... Mi madre me traía aquí cuando era pequeño. Hacía mucho que no venía por aquí y pensé que sería un sitio que te gustaría. 
-Es perfecto. 
Nos tumbamos en el césped. Los besos iban y venían sin cesar. Cada vez sentía más por él, cada vez había más pasión, más amor. Cada vez tenía más claro que le quería. Era un chico muy tímido y no tenía prisa. Eso era lo que más me gustaba. Yo podía llevar las riendas a mi antojo con libertad. Sentada encima suya rodeé su cuello con mis manos. Su respiración y la mía estaban agitadas. Metió sus manos por dentro de mi blusa acariciándome la cintura. Pensé que quería llegar a algo más pero aparto sus manos de mi cintura y me separó suavemente. 
-¿Te gusta la nata?
- ¿La nata?-La pregunta me había pillado por sorpresa.-Sí, claro. ¿Por qué? 
Se levantó sin decir nada y desapareció. Regresó a los dos minutos con una mochila. Sacó un bote de nata y una tableta grande de chocolate.
-Ahora vamos a jugar a algo, ¿te parece? 
-Um...Sorpréndeme.
-Verás-dijo al tiempo que se sentaba a mi lado.-Yo voy a llenarte de nata y deberé quitártela con un beso y tú podrás hacer lo mismo. 
-Umm empiezo yo.-dije mientras le quitaba el bote de nata de la mano.
Eché un poco de nata en su cuello y se lo quité con un beso. Él hizo lo mismo en mi nariz. Luego yo en su mejilla, él en mi barbilla, yo en su oreja, él en mi hombro... Y así transcurrió la tarde hasta que se acabó la nata. 
-Ha sido un juego perfecto.-susurré a su oído.
-Ha sido perfecto porque ha sido contigo.-respondió él acariciándome el pelo. 
Algo rompió este mágico momento. El teléfono comenzó a sonar. Marcus se levantó y lo cogió. Parecía que estaba enfadado. El gesto de su cara cambió y en sus ojos se vislumbraba cierta tristeza. 
-Tengo que irme pequeña. 
-Pues me voy contigo. 
-No.. Es que...Tengo mucha prisa de verdad. Prometo llamarte esta noche. Perdóname.
Me dio un beso y se fue. 
No entendía nada. ¿Por qué se había ido? ¿Qué había pasado? ¿Es que no lo estábamos pasando bien?
No podía creerlo. Me levanté del césped y sacudí mis vaqueros. 
Me iba a casa. Después de todo lo vivido hoy volvía a casa sin él. Y seguía sin saber por qué. Iba pensando en lo que podía haber pasado y no volví a la realidad hasta que a la salida del parque choqué con algo que hizo hasta que callese al suelo. Joder vaya culazo. 
-Dios, lo siento, lo siento.
Un chico alto y rubio estaba en cunclillas junto a mí. 
-Perdóname de verdad, ¿estás bien?
-Eh... Sí.-respondí confusa. 
-Lo siento, es que iba con el móvil y no te visto.-se excusó preocupado. 
-No pasa nada. No te preocupes. 
-Soy Javi-se presentó mientras me tendía la mano para ayudar a levantarme. 
-Yo Alicia.
Me levantó con tanta fuerza que sus labios y los míos quedaron a un par de centímetros. Enrojecí y solté su mano. 
-¿Dónde ibas Alicia?-preguntó con una enorme sonrisa. 
Me fijé un poco mejor en él. Era guapísimo. Alto, rubio, de ojos azules como el cielo y tez blanca. Estaba bastante fuerte y se podían notar sus músculos justo debajo de su camiseta.
-Pues... Yo iba a mi casa.-respondí insegura. 
-¿A tu casa? ¿Sola? ¿Está muy lejos? 
- Un poco. Pero no pasa nada. 
-Anda, te acompaño. No tengo nada que hacer y así me aseguro de que no vuelvas a caerte. 
-Que gracioso, pero, ¡si me has tirado!-espeté indignada. 
-Ya, claro, tú qué vas a decir.-dijo al tiempo que me daba un toquecito en la nariz. 
Sonreí, aunque odio que me toquen la nariz; sonreí como una estúpida. Durante el camino de vuelta a mi casa estuvimos hablando como si nos conociésemos desde hace años aunque no había pasado ni una hora. 
- Y está es mi casa. 
-Bonita casa. Como quien vive en ella.
-Uh... Es el piropo más raro que me han echado nunca.-reí a carcajadas y él me sacó la lengua. 
-Pues bueno Alicia, yo me voy, encantado. 
-Encantada.- respondí dándole dos besos. Y es que realmente estaba encantada.
Entré en casa. Mis padres no estaban y en el frigorífico había un posit. 
"Es nuestro aniversario. Estaremos fuera hoy y mañana nos vamos a un hotel. Volveremos tarde esta noche. No nos esperes despierta. Te queremos cariño.PD:danos un toque cuando llegues."
Mis padres como siempre, dejándome sola. Cogí el teléfono y les di un toque para que estuviesen tranquilos. Esta era su noche y debían disfrutarla. 
Necesitaba cambiarme y echar mis vaqueros que se habían puesto verdosos a lavar. Los bolsillos. Casi siempre tengo algo en los bolsillos y luego en la lavadora se me estropean. En el bolsillo de delante había un par de monedas de veinte céntimos y dos papeles de caramelos. En el de atrás nunca llevo nada, pero esta vez encuentro una notita doblada. 
¿Otra nota? No puedo creerlo. Este Marcus es de romántico...
Despliego la nota y leo "Las casualidades no existen." La caligrafía es parecida a la de Marcus pero es un mensaje raro. Un olor extraño llega hasta mí. Me acercó la nota a la nariz. Inconfundible. Esta nota olía a "One Million" igual que aquel chico.

Marcus VI

Corrí más de lo que había corrido nunca y llegué a tiempo. Aunque en la puerta había mucha gente. Más de lo normal. ¿Por qué había tanta gente? Y ¿dónde estaría mi chico de las notas? ¿Estaba por allí Marcus? No, mierda no estaba. A lo mejor es que el chico de las notas no había ido pero entonces. Bip bip. Un Whatsapp. "Te estoy viendo, pero tu a mi no. Estás preciosa hoy." Muy bien, otro mensajito pero seguía sin saber quien era. Respondí:"¿Dónde estás? Quiero conocerte." Pero no obtuve respuesta. Miraba a todas partes pero no veía a nadie. 
-¡Bu!
-¡Ah! Joder que susto Sara. ¿Tú te crees que puedes venir por la espalda y asustarme de esa manera? 
-Si no estuvieses en tu mundo, como siempre, me habrías escuchado llegar.-respondió.
-Oye, donde te metes últimamente, que ya ni hablas por el grupo de WhatsApp ni nada.-dijo Ariadna mientras me miraba con los brazos puestos en jarra.- Ya no quieres saber nada de nosotras ¿no? 
-No tonta, no es eso.-respondí- Es que tengo el móvil un poco abandonado. 
Ring. Sonó la campana del instituto. 
-Venga vamos a entrar o llegaremos tarde, tenemos Matemáticas a primera.-dijo Lydia. 
Cierto. Matemáticas a primera. Me gustaba el profesor de matemáticas. Pero me había quedado sin saber quien era el chico de las notitas. 
Llegó la hora del recreo y fui con Sara y el resto al servicio. Dentro del baño me llegó otro WhatsApp del chico de las notitas. Lo abrí y leí:"ven a la parte del campo de voleybol si quieres saber quien soy." 
Salí del baño apresurada y le dije a las chicas que luego las veía que había olvidado algo en clase. 
Del baño al campo de voleybol no había ni cinco minutos andando peor se me hicieron eternos. Me dio tiempo a pensar de todo. Quién sería, si sería una broma, si sería Marcus, si era lo correcto, si no lo era. Pero cuando llegué...cuando llegué no vi a nadie.
Miré el móvil, y tampoco había ningún mensaje. Mierda, no estaba. Quizás tan solo había sido una broma, pero cuando me giré estaba ahí. De pie. Llevaba unas vans azules y tenía las manos metidas en un ajustado pantalón vaquero. Su tez pálida brillaba bajo la luz del Sol. Y de repente me crucé con sus ojos. Esos preciosos ojos esmeralda. Me quedé mirando tan fijamente que comencé a ponerme colorada. Aparté la mirada, pero él seguía mirándome. 
-¿Eres tú el chico de las notitas?-pregunté con voz temblorosa. 
-El mismo.-respondió con voz dulce y acercándose a mí.
Silencio. De nuevo silencio. 
-Estás preciosa hoy.-comentó al tiempo que me levantaba la cabeza.-Como siempre. 
-Gra..gra..gracias.-respondí tartamudeando. 
¿Tartamudear? ¿Ahora? Se va a pensar que soy tonta o algo. Tengo que arreglar esto de alguna manera. 
-Sabes ligar muy bien eh. Casi me trago todos tus trucos.
-No son trucos. Solo he dicho todo lo que pienso de ti. 
-No me creo nada de los chicos. Y menos de uno tan misterioso, que me ha dem... 
Ni si quiera me dejó acabar. Se acercó a mí y me dio un suave beso en los labios. Se alejó dos centímetros y agarró mi cintura. 
-¿Te sirve esto para demostrarte que lo que te dije era cierto?
-No lo sé, aun te queda mucho por demostrar. 
-Si quieres, tendremos el suficiente tiempo para poder demostrartelo. 
Pensé que iba a besarme de nuevo pero acercó mi cuerpo al suyo y me rodeó con los brazos. 
-Para ti, todo el tiempo del mundo.-susurró pegado a mi oído. 
No podía creerlo. El chico de las notitas era Marcus, y yo estaba ahí con él, abrazados. Y me había dado un beso pero...¿Qué significaba todo esto?

Marcus V

Llegué al instituto y ahí estaba él. Marcus, mi querido Marcus. Parecía que esta en la puerta esperando a que llegase y cuando me vio aparecer me iluminó con una de sus fantásticas sonrisas. Me quedé mirándole fijamente. Sus impactantes ojos se habían clavado en los míos. Tenía tantas ganas de besarlo... Antes de que pudiese darme cuenta, sus manos rodeaban mi cintura y me habían pegado a él con fuerza. Estábamos tan cerca que incluso podía notar su respiración que se igualaba a la mía. Podía notar los latidos de su corazón y los del mío acelerados. Y entonces, en aquel instante, mis manos rodearon su cuello. Notaba su piel caliente y suave. Sus labios se acercaron a los míos y...
Bip bip. Sonó el despertador. No podía creerlo. Estaba a punto de besarle, ¡faltaba tan poco! Pero solo había sido un sueño. Uno de los mejores sueños que había tenido nunca. Y qué pena que no hubiese sido cierto.
Salí de la cama y me metí en el baño. Abrí el grifo y me mojé la cara con agua muy fría. Necesitaba pensar. ¿Qué me estaba pasando? Había soñado con este chico que a penas conocía pero... estaba sintiendo cosas que no había sentido nunca. Ni siquiera sabía si el de aquellas notas inesperadas y aquel mensaje era Marcus, pero deseaba con todas mis fuerzas que lo fuera.
Me cepillé los dientes, me vestí y me pinte; y en los veinte minutos que tardé en hacerlo todo no pude parar de pensar en él. Cerraba los ojos y  veía su sonrisa perfecta. Pero cuando los habría solo me veía a mí frente al espejo. A la misma chica de siempre frente el mismo espejo de siempre. Unos últimos retoque al pelo y listo.
Cogí la maleta, metí los libros y apuntes alborotados. Miré al mi alrededor; no, creo que no me dejo nada. Agarré el móvil y bajé las escaleras. Me despedí de mis padres y cerré la puerta. Cuando miré el móvil tenía un WhatsApp. No podía ser, tenía que estar soñando porque el mensaje era de aquel chico misterioso que seguía sin decirme su nombre. Abrí la conversación y leí:"Buenos días dormilona, nos vemos en el instituto. PD: a ver si hoy no llegas tan tarde como siempre." ¿Tarde? ¿Sabe que llego tarde? Eso quiere decir que me lleva obserbando mucho tiempo y que... a lo mejor lo veo esperándome en la puerta si consigo llegar antes. ¿Qué hora era? Las 8:22. Tenía que llegar a la puerta a las 8:25 fuese como fuese. A lo mejor hoy conocía al chico de las notitas.

Marcus IV

Llegué a casa más cansada de lo normal. Subí arriba, solté la maleta en el suelo, puse la música a todo volumen y me tumbé en la cama. De fondo sonaba 'little things' y aunque la música estaba al máximo seguía escuchando mis pensamientos. Estos me atormentaban ilusionándome de que quizás las notitas que me hacían sonreír fuesen de Marcus. Pero... mi cabeza intentaba convencerme de que no, de que eso era casi imposible...
Un pitido de la BlackBerry me sacó de mis pensamientos. Metí la mano en el bolsillo y la saqué.
Era un WhatsApp de un número que desconocía. Este decía "¿y ese tobillo, cómo está? ¿mejor? PD:¿Cuántas indirectas más son necesarias?
Pero, no decía quién era, aunque claro, me había preguntado por el tobillo y quizás, solo quizás era Marcus el que me mandaba aquellas indirectas.
Debía responderle a quien quisiera que fuese así que escribí "El tobillo mucho mejor, pero mi cabeza no para de darle vueltas a quien es el chico que me manda notitas, ¿me vas a decir tu nombre?
Pasaron los minutos y no obtuve respuestas. El idiota este estaba haciendo que me pusiera de los nervios. No paraba de pensar en quién sería... bueno, en realidad pensaba que ojalá fuese Marcus, porque ese chico estaba empezando a despertar sentimientos en mí. Y es que, se me aceleraba el corazón solo de escuchar su nombre. Pasaron una, dos y tres horas, y el chico misterioso no había respondido así que dejé el móvil.
Eran las doce, me puse el pijama, apagué la luz y me acurruqué en la cama, pero justo antes de cerrar los ojos volvió a sonar un WhatsApp. Cogí el móvil y leí un mensaje del chico sin nombre "Buenas noches pequeña, descansa". No sabía quien era este chico pero realmente, desde el anonimato, me estaba enamorando.

Marcus III

Aquella noche la pasé pensando en quién podría haberme mandado aquella misteriosa nota. A lo mejor era alguna de estas para gastarme un broma. Pero... La letra no se parecía a la de nadie que conociese, era una letra demasiado perfecta.
Cuando llegué al instituto decidí no contarle nada a mis amigas hasta que no supiese quién era. Ahora se pondrían a hacer preguntas como locas y a intentar averiguar quien es y entonces esto perdería la gracia.
La mañana transcurrió normal, nada de notas, ni de aviones voladores ni nada por el estilo. Aunque a última hora...
-Alicia, ¿estás bien?- pregunta Roberto mi profesor de educación física.
-Sí, pero me duele mucho el tobillo.-respondí en el suelo aun.
-Marcus, acompáñala a que le venden el tobillo y le pongan hielo, no vaya a ser que una caída tonta se convierta algo peor.
Marcus, el chico de los ojos increíbles, ¿sería él quien me había enviado la nota? No, por muchas miradas que nos hubiésemos echado y muchas sonrisas tontas dudo que fuese él quien me enviase la nota. O...quizás sí, ¿quién sabe?
-¿Te duele mucho?
Una voz dulce hizo que me alejase de mis pensamientos y cuando regresé al mundo tenía a Marcus justo delante de mí tendiéndome la mano para que me levantase.  La cogí y tiró de mí con tanta fuerza que cuando me levantó quedamos a pocos centímetros de distancia, noté como me ardían las mejillas y aparté la mirada rápidamente. Silencio, se hizo el silencio durante todo el camino hacia la enfermería. Me llevaba agarrada por debajo de la cintura porque me costaba andar. Estaba segura de que podía notar mi respiración cortante y es que hacía mucho tiempo que no estaba tan nerviosa. La enfermería estaba vacía, así que nos sentamos en las sillas de fuera a esperar.
-Muévelo un poco ¿te duele?
-No...no mucho, menos que antes.-respondí insegura de mi misma.
-Entonces seguro que no es nada-dijo mientras me acariciaba la mejilla que había vuelto a ponerse roja.
Los minutos hasta que me vendaron el tobillo se me hicieron eternos. Estaba intranquila, nerviosa. Sus ojos y los míos se cruzaban de cuando en cuando y los dos quitábamos la mirada. Aunque él solía esperar a que la quitase yo. Me encantaban sus ojos, su pelo, sus labios... y creo, que estaba empezando a encantarme él.
Ya no me costaba andar pero aun me dolía un poco el pie cuando regresamos a la siguiente clase, y la última por fin. Matemáticas, hoy era Jueves, y los Jueves Pedro siempre se marchaba a no sé donde y nos dejaba haciendo actividades. Unas larguísimas actividades. Faltaban solo diez minutos para que acabase la clase cuando un pequeño avioncito de papel llegó hasta mi mesa. Le examiné con curiosidad y en su interior decía: "A parte de unos ojos bonitos, tienes una sonrisa preciosa."
¿Otra notita? Me giré para ver si podía ver a quién había tirado el avión pero nada de nada. Guardé el avión en mi maleta y los siete minutos que quedaban me los pasé pensando en quien podría haber escrito ese avión...más bien en si Marcus podría haber sido quién lo escribiese. Pero claro eso solo era una posibilidad remota.

Marcus II

-Alicia, ¿vamos?
Sara estaba parada en el marco de la puerta y me miraba con ganas de que saliese pronto. Me volví y guardé la nota en el bolsillo del pantalón.
- Venga ya, ¿por qué tardas tanto?
Y esa era Ariadna tan hambrienta como siempre.
- Ya voy, ya voy- respondí apresurada.
En realidad yo también estaba muerta de hambre, ahora que lo pensaba, no había desayunado y mi estómago pedía comida.
La comida del comedor por lo general era horrible excepto los miércoles que siempre ponían patatas fritas con filete, espaguettis o algo de pollo. Hoy había tocado lo primero, nos sentamos a comer mientras Sara nos contaba lo entusiasmada que estaba con no sé que pruebas. Yo no podía parar de pensar en qué pondría y de quién sería la nota que aun aguardaba en mi bolsillo.
- Alicia, ¿qué piensas de lo de la fiesta sorpresa de Lydia?
Mierda, otra vez igual, ya me había evadido de nuevo del mundo y no me había enterado de lo que estaban hablando.
- Eh... Sí, me parece bien.- respondí insegura.
- ¿Otra vez? ¡Así no hay quien hable contigo!- contestó Ariadna furiosa.
- Lo siento, lo siento, pero me he enterado de verdad. Creo que le hará mucha ilusión. ¿Quedamos el Sábado y lo hablamos? - respondí para ver que realmente le ponía entusiasmo.
-Vale, me parece bien. Por esta vez te salvas.-respondió Sara.
La comida me sentó genial. Me sentía pesada y cansada de todo el día así que regresé pronto a casa. Estaba vacía. Siempre que llegaba la casa estaba vacía. Mi padre estaba trabajando, al igual que mi madre, que después de trabajar siempre se pasaba por casa de mis abuelos. Así que siempre que llegaba estaba sola.
¡Ah! ¡Casi se me olvida! Subí arriba, solté la mochila y me tumbé en la cama. Metí la mano en el bolsillo y saqué la nota. Era pequeña, más o menos como una octavilla por la mitad. La hoja olía a aroma de vainilla. Mi perfume favorito. La desplegué y en el centro del papel había escrito con una caligrafía perfecta:"Tienes los ojos más bonitos que he visto nunca."
Leí la frase varias veces, repasando una a una cada letra. Hacía tiempo que no me decían algo tan bonito, pero, un momento, no estaba firmada. Revise la nota una y otra vez a ver si aparecía algo, pero nada. ¿Acaso tendría un admirador secreto?

Marcus I

Se encontraba sentado en el último pupitre de la ultima fila, lo más lejos de la multitud posible. 
Nunca habló mucho; desconocía su nombre y creo que solo me había acordado de su existencia un par de veces que me lo crucé por los pasillos, hasta que conocí sus ojos. Eran los ojos más bonitos que había visto nunca. Su color esmeralda se mezclaba con unas betas rubias que daban una profundidad añadida al circulo negro que rodeaba al iris por fuera. Y entonces me fijé un poco más en él, realmente, era guapísimo. Tenía un pelo castaño claro, un poco rubio, ni largo ni corto lo que le daba un aire despreocupado. Su tez era blanca, pero en la cara, por la zona de las mejillas, se le acumulaban un millón de pecas que hacían ese rostro especial, distinto. Poco a poco me fui fijando cada vez más en él, sus gestos, su manera de hablar aunque más bien, hablaba poco y su sonrisa, que también era bonito y realmente especial. 
De tanto fijarme en él, llegué a darme cuenta de que él me miraba bastante, estaba pendiente de mí y se sonrojaba al ver que le descubría cuando me miraba, pero aún seguía sin saber su nombre. Pasaron semanas, y seguía sin saber nada de él, hasta que un día, Pedro, el profesor de matemáticas le felicitó por su examen: " Muy bien Marcus, un excelente examen, no esperaba menos de ti. " Marcus, por fin lo sabía, Marcus era su nombre. Pero con esto no había conseguido nada, me seguía dando vergüenza acercarme o hablarle así que siguieron pasando los días, las semanas, los meses... Pero un día algo cambió. Sobre mi pupitre había una nota. ¿De quién sería?