sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus III

Aquella noche la pasé pensando en quién podría haberme mandado aquella misteriosa nota. A lo mejor era alguna de estas para gastarme un broma. Pero... La letra no se parecía a la de nadie que conociese, era una letra demasiado perfecta.
Cuando llegué al instituto decidí no contarle nada a mis amigas hasta que no supiese quién era. Ahora se pondrían a hacer preguntas como locas y a intentar averiguar quien es y entonces esto perdería la gracia.
La mañana transcurrió normal, nada de notas, ni de aviones voladores ni nada por el estilo. Aunque a última hora...
-Alicia, ¿estás bien?- pregunta Roberto mi profesor de educación física.
-Sí, pero me duele mucho el tobillo.-respondí en el suelo aun.
-Marcus, acompáñala a que le venden el tobillo y le pongan hielo, no vaya a ser que una caída tonta se convierta algo peor.
Marcus, el chico de los ojos increíbles, ¿sería él quien me había enviado la nota? No, por muchas miradas que nos hubiésemos echado y muchas sonrisas tontas dudo que fuese él quien me enviase la nota. O...quizás sí, ¿quién sabe?
-¿Te duele mucho?
Una voz dulce hizo que me alejase de mis pensamientos y cuando regresé al mundo tenía a Marcus justo delante de mí tendiéndome la mano para que me levantase.  La cogí y tiró de mí con tanta fuerza que cuando me levantó quedamos a pocos centímetros de distancia, noté como me ardían las mejillas y aparté la mirada rápidamente. Silencio, se hizo el silencio durante todo el camino hacia la enfermería. Me llevaba agarrada por debajo de la cintura porque me costaba andar. Estaba segura de que podía notar mi respiración cortante y es que hacía mucho tiempo que no estaba tan nerviosa. La enfermería estaba vacía, así que nos sentamos en las sillas de fuera a esperar.
-Muévelo un poco ¿te duele?
-No...no mucho, menos que antes.-respondí insegura de mi misma.
-Entonces seguro que no es nada-dijo mientras me acariciaba la mejilla que había vuelto a ponerse roja.
Los minutos hasta que me vendaron el tobillo se me hicieron eternos. Estaba intranquila, nerviosa. Sus ojos y los míos se cruzaban de cuando en cuando y los dos quitábamos la mirada. Aunque él solía esperar a que la quitase yo. Me encantaban sus ojos, su pelo, sus labios... y creo, que estaba empezando a encantarme él.
Ya no me costaba andar pero aun me dolía un poco el pie cuando regresamos a la siguiente clase, y la última por fin. Matemáticas, hoy era Jueves, y los Jueves Pedro siempre se marchaba a no sé donde y nos dejaba haciendo actividades. Unas larguísimas actividades. Faltaban solo diez minutos para que acabase la clase cuando un pequeño avioncito de papel llegó hasta mi mesa. Le examiné con curiosidad y en su interior decía: "A parte de unos ojos bonitos, tienes una sonrisa preciosa."
¿Otra notita? Me giré para ver si podía ver a quién había tirado el avión pero nada de nada. Guardé el avión en mi maleta y los siete minutos que quedaban me los pasé pensando en quien podría haber escrito ese avión...más bien en si Marcus podría haber sido quién lo escribiese. Pero claro eso solo era una posibilidad remota.

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