sábado, 28 de diciembre de 2013

Marcus X

Entré en casa y miré a mis amigas. Ellas esperaban que entrase con Lydia pero esta aún no había llegado.
-¿Quién era Alicia?-preguntó Ariadna después de mirar la cajita de mi mano.
-No lo sé-titubeé- Era un chico...
Sonó el timbre. Abro la puerta y sí. Esta vez sí es Lydia.
Les cuento que es lo que me ha pasado con ese chico fuera. Otra cajita. Una canica. Y un "siempre" al que no le encontraba sentido. Por mi cabeza pasaban millones de cosas. Pero no podía encontrarle sentido a nada. Todo era tan... extraño.
-Parece sacado de un libro de esos de los que a ti te gustan.-comentó Lydia.
Y sí, era justo eso en lo que estaba pensando.
-No te lo niego. Pero... y ahora, ¿qué hago?-pregunto con la esperanza de que alguna tenga una buena idea.
-Nada.-responde Sara.- No hagas nada. Deja el tiempo pasar y que este ponga las cosas en su sitio.
Sí, supongo que esto sería lo mejor que podía hacer.
La noche transcurrió entre juegos, tonterías, cotilleos, películas y palomitas. Sobre las tres de la mañana nos fuimos a dormir había sido un día largo y al menos yo quería descansar.
"Estaba en un pasillo oscuro. Este no tenía final. Corría, corría para huir no sé de qué. No veía y cada vez me faltaba más el aire. Me caía al suelo. Me faltaban las fuerzas..."
Un chillido me despertó de mis pesadillas. Abrí los ojos y me incorporé. Carla estaba también despierta. Llorando. Esperaba que ninguna se hubiese enterado pero yo si lo había hecho. Me acerco a ella y la abrazo mientras llora. No hace falta que me diga nada. La acuesto de nuevo y le canto hasta que consigo calmarla y que se quede dormida. Entre Carla y yo nunca hicieron falta las palabras.
Sonó el timbre. Eran las nueve de la mañana. Abrí la puerta y quien había llamado era Marcus. Mi Marcus. Me lancé a sus brazos y le besé durante un rato hasta que me fijé que estaba en pijama. Más bien, que solo llevaba puesta una camiseta de Superman que me quedaba por debajo del culo. Me sonrojé y entré en el salón. Avisé al resto para que se levantasen. Cuando salí otra vez Marcus estaba preparándome el desayuno a todas.
-¿Cola-cao o café?-preguntó cuando me vio entrar en la cocina.
-Cola-cao.-respondo regalándole un beso en los labios.
-¡Muy buenos días!-entra Sara chillando en la cocina.-¡Uy! Perdón, no pretendía interrumpir.
-No, claro que no Sara.-le responde Ari mientras entra en la cocina.
-Perdónanos por nuestras pintas.-se disculpa Lydia.-
-Es que si te presentas aquí sin avisar...
-Vengo a traeros churros y luego a llevarme a mi novia, si no os importa claro.
Y así fue. Desayunamos juntos y para la hora de comer yo estaba con Marcus dando vueltas por las calles de la ciudad. Olía a azahar aunque no era la época y eso me hacía sonreír. Nos sentamos en el césped de un parque. Los besos cada vez eran más tiernos, más apasionados, más reales. Entonces, volvió a sonar el móvil. Él lo miró y sonrió. Luego me enseñó la pantalla. Era una foto de lo que parecía una pandilla de niños. Sería una foto de hace dos años más o menos. Entonces me fijé bien. Al lado de Marcus había un chico.
-¿Quién es?-le pregunté.
-¿Él? Se llama Javi, no creo que lo conozcas.¿Por qué?
Javi. El chico de las notas misteriosas, de la caja conocida, el del olor a "One Million". Mi Javi y mi Marcus eran amigos; claro que lo conocía, pero no iba a decirle nada. Aunque ahora me daba cuenta de que "las casualidades no existen."

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